El terremoto de Masaya
Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2001
Escuelas, colegios y otros edificios públicos se convirtieron en centros de refugiados.
“Toda mi vida he vivido en el Valle de la Laguna y nunca había sucedido una tragedia así. Acabábamos de almorzar, cuando se oyó un ruido horrible como si viniera una lluvia y al ratito retumbó la tierra y todo empezó a moverse de arriba para abajo”. Este es el testimonio de una de las personas afectadas.
La humilde casa de doña María había sobrevivido al primer temblor de la una y media de la tarde. Unos minutos después se preparaba para darle el pecho a su bebé, cuando sucedió el segundo temblor. La casa se cayó y la prensó. Como pudo salió con su niño. Sus dos hijos mayores de siete y ocho años lograron escapar porque corrieron, tal vez por el instinto de sobrevivencia. Pero el pequeño Elián, de apenas cuatro años, sin ver el peligro, se quedó parado inocentemente cerca de una de las paredes, cayéndole una piedra que le quitó la vida.
“Pasamos la noche sin pegar los ojos. Nunca he sentido tantos temblores en una sola noche. Aquí todos quedamos afectados: gracias a Dios estamos con vida. Unos señores que pasaron nos dieron un pedazo de plástico y lo ocupamos para protegernos de la lluvia. Las últimas noches las hemos pasado en el patio. Tenemos miedo de que vuelva a temblar. Hacía apenas tres meses construimos la casa con las ganancias de la venta de fruta y una ayuda de la familia. Todo se perdió. El techo se nos vino encima”
Estas son palabras de las personas afectadas. Las pérdidas materiales de estas familias fueron muchas y resultan más duras cuando hay pobreza. Pero queda la esperanza de que tal vez algún día se podrán reponer. Más la muerte de un familiar o de un inocente niño deja un vacío que sólo Dios podrá llenar.
La Iglesia, se unió al dolor de los afectados. Ofreció una misa de paz en el Parque Central de Masaya, en memoria de los que murieron. Luego llamó a la unión para poder enfrentar las dificultades. Y recordó: estamos en una zona sísmica, siempre habrá peligro y debemos estar alerta.
Entre el departamento de Granada y el de Masaya de Nicaragua hay una laguna que se llama Laguna de Apoyo. Se cree que hace miles de años había allí un volcán que se extinguió y se hundió; el cráter se llenó de agua y se formó esa laguna. Por eso tiene forma circular. Mide seis kilómetros de lado a lado y la profundidad es de unos 200 metros.
El jueves 6 de julio del 2000, a la 1:30 de la tarde, el suelo y las rocas que están por debajo y cerca de la laguna se reacomodaron. Esto produjo un terremoto de 5,4 grados. El reacomodo sucedió como a un kilómetro de la superficie. Es normal que después de un temblor fuerte o de un terremoto se den nuevos ajustes en las rocas; esto produce otros temblores. Así sucedió durante la tarde y la noche del jueves, cuando estuvo temblando muy seguido. El terremoto y las réplicas activaron otras fallas cercanas a la de la Laguna. Esto provocó que al otro día se produjera a las 6 y 19 de la tarde un nuevo terremoto de 5,2 grados. El epicentro se registró kilómetro y medio al norte del centro de Masaya, a una profundidad de dos kilómetros.
En total hubo siete muertos, la mayoría niños, muchas pérdidas materiales en edificios importantes, algunos de valor histórico como las iglesias. Pero el mayor daño fue en las casas. Esta es una zona donde la mayoría de los habitantes viven de la agricultura. Existen muchas familias pobres y sus humildes viviendas son de adobe, cubiertas con teja o paja.
Estas casas son muy débiles para poder resistir un temblor fuerte. Por eso hubo cientos de viviendas que quedaron totalmente destruidas. Sus dueños son familias acostumbradas a luchar, tienen la esperanza de recibir alguna ayuda y con sus propias fuerzas reconstruirán las casas.