0
Pueblos / Costumbres

La carreta costarricense

By febrero 28, 2019enero 23rd, 2020No Comments

La carreta costarricense

 

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2014


 

 

Con los españoles también llegaron a América los primeros carretones. Este implemento, utilizado para el transporte de las cosechas y otras cargas, fue inventado por los Sumerios, hace varios miles de años.

Nuestros indígenas no los utilizaban, pues no conocían esa aplicación de la rueda. Tampoco tenían los animales para manejarlos. Se necesitaban animales fuertes y domesticados como los bueyes, caballos y mulas, que también los trajeron los españoles. Fueron usados en los lugares donde ellos se establecieron originalmente, como Guatemala y León de Nicaragua. Cuentan que esos carretones eran planos, grandes y pesados, con cuatro ruedas de hasta dos metros de alto. Para mayor rapidez se utilizaban con caballos y para mover más peso, con bueyes.

Carreta antigua con eje de madera y ruedas de una sola pieza.

En Norteamérica permaneció el carretón de cuatro ruedas, pues había mucho terreno plano. Pero en Centroamérica, donde se usaba en lugares montañosos, encontraron que con dos ruedas funcionaba mejor. Con esos cambios, hechos de acuerdo a las necesidades y costumbres de cada región, fueron naciendo nuestras carretas.

Quizás la que más cambios tuvo fue la de Costa Rica, que con sus bueyes y el boyero, llegó a convertirse en una tradición muy representativa de la identidad costarricense. En este país se le construyó el cajón para la carga, con maderas muy resistentes pero de medida reducida para alivianarla. Se le cambió el eje de madera por el de hierro entre sus ruedas. También se sustituyó la rueda hecha de radios o palos separados, por una pieza entera de madera, para que no se atascara en el barro.

Al irse complicando el poder encontrar esas grandes piezas para cada rueda, éstas se hicieron uniendo dieciséis partes de madera, cortadas en forma de cuña y alineadas hacia el centro de la rueda. Para sostenerlas juntas y evitar que su borde exterior se dañara en los rústicos caminos, se les puso un aro de metal alrededor, colocado caliente al rojo vivo, que al enfriarse las ajustaba más. En el centro de la rueda se colocó la bocina metálica que es donde entra el eje, dejando un espacio libre que produce un su sonido característico al rodar. A este sonido se le conoce como “el canto de la carreta”. Escuchándolo, cada familia reconocía la suya y era como una señal de que el padre regresaba al hogar con sus bueyes, tras un día de trabajo.

Rueda antigua hecha de palos separados y rueda decorada de 16 cuñas de madera formando una pieza.

Pero las carretas, además de su utilidad y su canto, también debían ser vistosas. Al principio se pintaban con ocre diluido en aceite de linaza, de color rojo anaranjado o rojo minio, para protegerlas. Con el tiempo se pintaron de llamativos colores con variados dibujos, hechos por los artesanos. Para el campesino, el tener una carreta decorada a su gusto, llegó a ser motivo de gran orgullo y satisfacción. Además se le prestó mucha atención al yugo y a las fajas que unen la carreta a la cabeza de los bueyes. Debían ser muy resistentes y no lastimar a los animales. ¡Y ni qué decir de los bueyes! Se aprecia su fortaleza y apariencia, su mansedumbre, sus cuernos, así como también el parecido mutuo, hasta el punto de que hay quienes buscan hermanos gemelos, bastante difíciles de encontrar.

Aunque al principio las carretas en Costa Rica no fueron tan utilizadas por la falta de caminos, ya para los años de mil 800, se empleaban en el campo y las ciudades en gran cantidad. Llegaron a formarse largas caravanas de carretas jaladas por bueyes para transportar café, que era el principal producto de exportación. Venían desde las regiones montañosas donde se producía, hasta Puntarenas, en la costa pacífica, donde era embarcado. El grano se transportaba en sacos y cada carreta cargaba cerca de 500 kilos. Eran largos y agotadores viajes, atravesando montañas y ríos, con toda clase de riesgos y dificultades durante un recorrido de varios días. De regreso, con frecuencia traían mercaderías descargadas de los barcos.

Además, la carreta trasladó gente y sirvió para transportar productos como caña de azúcar, granos, frutas y verduras de toda clase. También madera, materiales de construcción, leña para cocinar y muchas cosas más. En las procesiones tradicionales ha servido para sacar a pasear solemnemente, la imagen de San Isidro Labrador, el santo patrono de los agricultores, así como a otras imágenes religiosas. También en actividades populares; la señorita reina de los festejos y otros personajes de cada comunidad, acostumbran desfilar, todavía hoy, en hermosas carretas. De esta forma la carreta se convirtió en un medio de transporte fundamental para el desarrollo y la vida costarricense.

En viajes largos había lugares para el “sesteo” que significa lugar de descanso. Allí los boyeros se detenían a descansar durante las horas más calurosas o para pasar la noche y para alimentar a los animales.

No se debe olvidar la valiosa labor del boyero, pues con su trabajo y dedicación, ha mantenido viva esta importante tradición, donde llega el momento en que su comunicación con los bueyes equivale a la de viejos y buenos amigos. El desempeño en el trabajo depende del buen entendimiento, respeto y aprecio mutuos. Éstos se manifiestan con palabras, gestos y señales que ambos reconocen, así como el manejo prudente del chuzo, que debe servir para dirigir y no para lastimar.

Con su llegada, los vehículos motorizados sustituyeron a las carretas en las labores del campo y la ciudad. Allá por el año de 1950 se comenzó a notar una gran disminución en su uso. Pero a pesar de ello, dichosamente la tradición del “boyeo y las carretas” aún sigue presente, gracias a esas familias campesinas que la han mantenido, a los creativos artesanos que aún las fabrican y a los boyeros que, con orgullo, van transmitiendo ese conocimiento ancestral a hijos y nietos. También se debe su permanencia a las personas y organizaciones que, con empeño y gran sentido de apego a las costumbres locales, se han propuesto preservarla como un merecido homenaje a los valientes hombres y fieles animales del campo que, con tanto trabajo y esfuerzo, han ido forjando la gloriosa historia de nuestros pueblos.


Ver texto original del libro: