0
Cuentos / Leyendas

La sopa de piedras

La sopa de piedras
(Cuento)

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2004


 

 

 

Hace algunos años, un país sufría una guerra muy dura. Cuando terminó la guerra, todo quedó destrozado. Un soldado sucio, agotado y muerto de hambre llegó a un pueblito.

Tocó la puerta de una casa y cuando salió la dueña, le dijo: “Señora, ¿no tendría un pedazo de pan para un soldado que viene hambriento de la guerra?”.

La mujer lo miró de arriba a abajo con cierta desconfianza y le respondió: “¿Estás loco? ¿No sabes que el pan y la comida están escasos y que no tenemos nada? ¿Cómo te atreves?”. Y a empujones, lo sacó fuera de la casa.

El pobre soldado continuó probando fortuna en una y otra casa, haciendo la misma petición. Pero recibió siempre peores respuestas y malos tratos.

Desfallecía pero no se dio por vencido. Cuando cruzó el pueblo de punta a punta y llegó al final, donde estaba el lavadero público, halló a unas cuantas mujeres y les dijo: “¡Eh, muchachas! ¿No han probado nunca la sopa de piedras que hago?”.

Las señoras se rieron de él diciendo: “¿Una sopa de piedras? No hay duda de que estás loco”.

Pero unos jóvenes curiosos que estaban espiando, se le acercaron cuando ya se marchaba decepcionado. “Soldado, ¿te podemos ayudar?”, le dijeron: “¡Claro que sí!, respondió. Necesito una olla muy grande, unas piedras, agua y leña para hacer fuego”.

Rápidamente los muchachos fueron a buscar lo que el soldado había pedido. Encendieron el fuego, pusieron la olla, la llenaron de agua y le echaron las piedras. El agua comenzó a hervir. “¿Podemos probar la sopa?”, preguntaron impacientes los jóvenes”. “¡Calma, calma!”, les dijo el soldado, y probando la sopa les dijo: “Mmmm… ¡Qué buena, pero le falta un poco de sal!”. Mi mamá tiene sal en casa, dijo uno. Y salió corriendo a buscarla. Trajo la sal y el soldado la echó en la olla.

Al poco tiempo, el soldado volvió a probar la sopa y dijo: “Mmmm… ¡Qué rica está quedando!. Pero le falta como un poco de tomate”, Daniel fue a buscar unos tomates y los trajo en seguida.

Poco a poco los muchachos fueron trayendo más cosas: papas, lechuga, arroz y hasta un trozo de pollo que encontraron. La olla se llenó. El soldado la removió una y otra vez hasta que de nuevo la probó y dijo: “Mmmm… Gracias a Dios. ¡Es la mejor sopa que he probado en toda mi vida! Vengan, vengan. Avisen a la gente del pueblo para que nos acompañen, porque hay para todos. Díganles que traigan platos y cucharas”.

El soldado repartió la sopa. Hubo para todos los del pueblo, que reconocieron que si bien era verdad que la comida y el pan estaban escasos, juntos podían tener para todos. Y desde ese día, gracias a aquel soldado hambriento, aprendieron que entre más se comparte, más se tiene.


Ver texto original del libro: