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Personajes

El ángel de la bicicleta

By marzo 11, 2019enero 24th, 2020No Comments

El ángel de la bicicleta
Pocho, seguimos su camino

 

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2014


 

 

En Concepción, un lugar de Argentina, el 27 de febrero del año 1966, del matrimonio formado por Delis Bel y Orlando Lepratti, nació un niño que se convertiría en un hombre inolvidable. Se llamaba Claudio Lepratti. Él dejó huella en la vida de muchos niños, jóvenes y adultos, pues fue un hombre entregado a servir a los más humildes y necesitados.

Claudio Lepratti o Pocho era sencillo, pero tenía un gran corazón lleno de bondad.

En su pueblo creció y estuvo en la escuela, en el colegio y luego estudió un tiempo para ser abogado. Pero su verdadero interés no eran las leyes. Por eso salió de la universidad y estudió cinco años en un seminario de sacerdotes salesianos. Allí sus maestros decían que, a pesar de ser apenas un joven de corta edad, su espíritu de servicio iba más allá de lo que ellos habían conocido. En ese seminario estudió para ser “hermano coadjunto” de la Congregación Salesiana, título que lo comprometía espiritualmente a llevar una vida de humil dad, dedicada a Dios y a servir al prójimo. Sin embargo, no llegó a terminar sus estudios y se fue a vivir a la ciudad de El Rosario, pues como él mismo dijo, “los pobres no pueden esperar”. Y es que en ese tiempo, El Rosario era una ciudad donde reinaban la miseria y el desempleo.

Allí llegó a uno de los barrios más pobres y poblados. Pronto se convirtió en una persona muy querida. Sus amigos y conocidos le decían cariñosamente “Pocho”.

Trabajaba defendiendo los derechos de los niños y de los jóvenes más humildes. Siempre ayudando, formó parte y estuvo a cargo de muchos grupos organizados de la iglesia de esa localidad. Algunos de sus grupos fueron el Poryajhú, palabra que quiere decir “pobres” en guaraní, idioma indígena de algunas tierras argentinas, de Uruguay y parte de Brasil. El grupo La Vagancia, que fue el primero que creó, se dedicaba a enseñar y ayudar a los jóvenes que estaban en riesgo de caer en el vicio de las drogas o en la delincuencia.

Además de ayudar a las personas necesitadas, Pocho colaboró en una revista llamada El Ángel de Lata. Por su labor incansable de todos los días, se decía que era como una hormiga: siempre trabajadora, luchadora y perseverante, a pesar de las adversidades y de lo largo que fuera el camino.

En las calles de Argentina hay dibujos como este que lo recuerdan.

Su sueño era lograr un mundo más justo. Por eso era frecuente escucharlo decir: “Quiero un mundo donde quepan todos los mundos”. Con esa frase intentaba explicarnos que todos teníamos los mismos derechos y que éstos debían ser respetados. Deseaba que los humildes y los desposeídos pudieran cubrir sus necesidades básicas. Anhelaba un mundo donde todos tuviéramos un hogar en el que reinaran la fe, el respeto y la tolerancia.

Allá por el año 2001, Argentina se encontraba muy dividida. El país sufría una gran crisis: los ricos, cada vez eran más ricos y los pobres, más pobres. Existía un gran descontento y el pueblo se quejaba del gobierno. Había constantes revueltas y protestas. La policía era dura y salía a reprimir con fuerza a los manifestantes que frecuentemente invadían las calles.

En ese tiempo, Pocho estaba trabajando de cocinero en un comedor infantil de la comunidad. Allí le decían “El Ángel de la Bicicleta”, porque realmente era como un ángel que se transportaba en bicicleta todos los días por las calles, hiciera sol o bajo un aguacero, con el único propósito de llevar alimentos a los niños, cuyos padres no podían darles ni siquiera lo básico para sobrevivir.

Monumento construido en honor a Pocho en el lugar donde creció y estudió.

Un día se armó una de esas revueltas en el barrio Ludueña, que era donde trabajaba Pocho. Era el 19 de diciembre del 2001. Una patrulla se acercó al comedor y empezó a disparar contra los manifestantes. Pocho, al ver el peligro tan cerca, se subió al techo y empezó a gritar: “No tiren, que aquí hay pibes comiendo”. Sí, solo había niños comiendo. Esas fueron sus últimas palabras. Le dispararon y un tiro acabó con su vida. Lo confundieron con un rebelde, con un enemigo del gobierno. Tenía solo 35 años de edad.

Hoy en día a Claudio Lepratti se le recuerda en Argentina como el “Ángel de la Bicicleta”, y en muchas paredes hay todavía dibujos de una hormiga o de una bicicleta recordándonos a todos que Pocho no ha muerto, porque en cada hombre, mujer, joven o viejo, que luche por la igualdad y por el desprotegido, existe un “Ángel de la Bicicleta” que vive y seguirá viviendo.


Ver texto original del libro: