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Cuentos / Leyendas

El Calabazo

By febrero 5, 2019enero 20th, 2020No Comments

EL CALABAZO
(Cuento)

 

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2001


 

 

Un día cualquiera, Tito Sandí abandonó su hogar. Dejó un papel:

“Me voy, no me busquen. Los quiere, Tito”

Hubo muchas conjeturas entre los vecinos.

“¡Que extraño! Un hombre tan bueno, tan trabajador, tan cariñoso con su familia. ¿Otra mujer? …Imposible!

Tito Sandí adora a su esposa y a su parejita de niños. ¿Qué pudo haber pasado?”

Zoila, la esposa de Tito, quedó abatida; no obstante se hizo cargo, con ingenio y diligencia, de la administración de unas cuantas manzanas de tierra que dejó su marido, las cuales producían lo suficiente para vivir.

Hecha de adobes, troncos y tejas, en el regazo de una colina, estaba la casa, cuya fachada daba al poniente.

En los atardeceres de marzo, el sol veíase del tamaño de una rueda de carreta pintada y llenaba la casa de colores audaces y cálidos.

Y el tiempo pasó, y pasó a grandes zancadas, dejando huellas permanentes en las cosas y en los sentimientos; y desde que Tito se fue, cinco veces el verano derramó colores sobre la casa, sin que se tuviesen noticias del ausente; hasta que, cierta calurosa tarde, llamó a la casa de Zoila un hombre desconocido. Era un hombre tranquilo, algo viejo y algo enigmático. Parecía un santo de madera con todos los surcos de la gubia; una figura de caoba que hablaba, que hablaba despacio, muy despacio, en voz baja y con frases cortas, separadas por silencios angustiosos.

- Buenas tardes … ¿Es usté la señora Zoila de Sandí?

- Pa’ servirle.

- Gracias, igualmente. Yo me llamo Juan José Zárate, amigo de su esposo Tito Sandí.

- ¿De veras? ¿Sabe usté donde está él?

- Sí, señora.

- Pase adelante y se sienta, tenga la bondá.

- Gracias …¡Qué calor est’haciendo!

- Mucho, sí señor.

- …Todos tenemos penas en esta vida. ¿Verdá?

- Sí, mas hay que tener paciencia.

- Así debe ser. Pero mientras haya salú…

- Eso es lo principal.

- . . .¿Qué tal están sus chiquitos?

- Muy bien a Dios gracias.

- Se llaman Tito y Zoila, como ustedes, ¿verdá?… Me lo dijo su esposo… ¡Uf!… ¡Qué calor!

- ¿Quiere un vaso de agua?

- No señora. Muchas gracias.

- …Pero, ¿dónd’está él?

- ¿Quién?

- Tito Sandí, mi marido.

- ¡Ah!… Sí… Muy lejos, por onde llaman Curridabá… Se quedó allí… Allí quedó.

- Y dígame, ¡por amor de Dios! ¿por qué no viene?, ¿por qué no m’escribe?, ¿por qué nos abandonó?, ¿qué hace?, ¿qué tal s’encuentra? ¡Cuénteme algo d’él, pronto, por favor!

¿No sabe que hace cincuaños m’estoy muriendo por saber algo de Tito?

El ambiente estaba como saturado de sensiblerías. Juan José Zárate, con los labios apretados, levantó despaciosamente la cabeza y se puso a recorrer con sus miradas las vigas del techo. Tornó a bajar la vista y, sin mirar a Zoila, dijo con voz más lenta aún, casi en secreto, con frases cortas y siempre separadas por silencios angustiosos:

- Hace tres días… se murió Tito Sandí. Murió… murió leproso… Poco antes de morir me contó que cuando supo que estaba… así, abandonó la familia pa’no pegarle l’enfermedá… Dicen que se pega, pero no es cierto. Tito me dijo qu’él cre que hizo bien. Que no le contó nada a usté, porque usté no lo hubiera dejado irse. Que a la par d’él, siempre hubieran vivido ustedes con miedo… Me dio las señas d’esta casa, y me pidió que viniera a contárselo todo. ¡Ah!, y que no les manda nada, porque no tiene nada que mandarles. Después me dijo una cosa muy rara… y muy bonita:

“Que si pudiera mandarles algo, sería un calabazo lleno de lágrimas.”

Cuando Zoila de Sandí se descubrió la cara, que había ocultado entre los pliegues de su delantal, ya Juan José Zárate se había marchado, sumergido en un ocaso como nunca.


Autor: Carlos Salazar Herrera.

Ver texto original del libro: