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Historia

El cilindro de Ciro

El cilindro de Ciro

 

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2011


 

 

En el continente de Asia, en el país llamado Irán, viven los descendientes de un antiguo pueblo que se llamó el pueblo persa.

Este pueblo tuvo un rey muy famoso. Su nombre era Ciro, y con el tiempo fue mejor conocido como Ciro El Grande. Nació hace unos 2 mil 600 años. De su juventud se sabe muy poco. Lo que sí se sabe es que era un guerrero muy valiente que con el tiempo llegó a conquistar muchos territorios, entre ellos la famosa y gran ciudad de Babilonia. En la Biblia dice que fue allí donde se construyó la torre de Babel. Apoyado con su ejército y muchos aliados dentro de la misma Babilonia, Ciro logró conquistar esta ciudad sin causar un gran derramamiento de sangre.

Cerca del lugar donde se encontró el cilindro de Ciro hubo un templo en forma de pirámide escalonada. A ese templo se le conoció como Torre de Babel. Aunque ya no existe, se cree que medía al menos 60 metros de altura.

Antiguamente, cuando un rey conquistaba alguna ciudad o pueblo, muchas veces ordenaba matar a sus enemigos y tomaba a parte de los habitantes como esclavos. Además, destruían las ciudades; no solo las casas, sino también los templos y estatuas y les quitaban a las personas sus joyas, animales y cosechas. Eran reyes y ejércitos que no sentían piedad por nadie. Pero Ciro El Grande era un rey diferente: a él no le interesaba destruir la ciudad, ni ordenó que torturaran a sus enemigos, ni tomó a nadie como esclavo. Tampoco trató de imponer su religión al pueblo babilónico.

En Babilonia se encontraban muchos esclavos del pueblo judío. Después de que Ciro conquistó esa ciudad, ordenó que los judíos que se encontraban esclavizados fueran liberados. Les dijo que podían irse a su propia tierra, pero también les permitió que si querían se podían quedar. Además, ordenó que se les devolviera todo lo que les pertenecía, como los vasos de oro y plata del templo de Jerusalén. Así, esos judíos pudieron volver a sus tierras y seguir el curso de sus vidas.

Después de haber tomado posesión de Babilonia, Ciro mandó a construir un cilindro en recuerdo de esa conquista. En ese tiempo no se escribía como en la época actual, con tinta sobre papel. Los persas escribían sobre arcilla fresca, con un punzón. Con la arcilla se hacían tablillas o un cilindro, como el que mandó a construir Ciro. Luego se dejaba secar, y así esas inscripciones duraban muchísimo tiempo. Esa forma de escritura se conoce como escritura cuneiforme porque escribían haciendo pequeñas cuñitas, en cierto orden.

El cilindro de Ciro fue encontrado en 1879 en las ruinas de Babilonia donde estuvo el templo de Marduk. Para los babilonios Marduk era el dios que gobernaba el Cielo y la Tierra.

La tumba de Ciro el Grande.

En el cilindro de Ciro se explica cómo fue tomada Babilonia. También se cuenta que da permiso a los pueblos que se encontraban en condición de esclavos para volver a sus tierras. Además, ordena que los templos donde esos pueblos adoraban a sus dioses fueran reconstruidos. En ese cilindro, Ciro dejó por escrito la libertad de religión y el derecho de no ser esclavizado. Muchos estudiosos de la historia de las leyes, consideran que en este cilindro está la primera declaración de derechos humanos. El cilindro de Ciro se encuentra actualmente en un museo de Londres, capital de Inglaterra.

En Babilonia vivió también un rey que mandó a grabar en piedra el primer código de leyes escritas que se conoce en la historia de la humanidad. Ese rey se llamó Hammurabi. Por este motivo, esa columna de piedra se conoce como Código de Hammurabi. Fue hecho hace 3 mil 700 años, más de mil años antes de que naciera Ciro, y se encuentra en el Museo del Louvre, en Francia.

Aunque Ciro y Hammurabi fueron reyes muy poderosos, serán recordados principalmente por sus esfuerzos en búsqueda de la justicia, la paz y la armonía entre los hombres de su época, una valiosa herencia para las generaciones siguientes. Ciro, principalmente, supo comprender que con la espada podía conquistar muchos pueblos, pero para mantenerlos de su lado debía respetarles sus costumbres, su religión, sus posesiones y su libertad.


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