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Cuentos / Leyendas

El congreso de los ratones

El congreso de los ratones
(Cuento)

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2004

 


 

 

En una vieja casona junto al río, los ratones vivían a sus anchas. El dueño de la casa era un pescador solitario, que pasaba el día en su barca y se acostaba temprano. Entonces, los ratones empezaban una fiesta que duraba toda la noche.

De la música se encargaba Melodioso, el ratón más hermoso, que tocaba el piano corriendo por el teclado. También llegaba la ratoncita Quesubina, que entonaba canciones románticas con su voz cristalina.

También estaba Reflexivo, el ratón pensativo, que se la pasaba leyendo libros raros y hablando de mundos fantásticos.

Nunca faltaba Maicero, el ratón más sincero, que se distinguía por decir siempre la verdad.

Primoroso, el ratón vanidoso, andaba por todos lados mirándose en un espejito.

Y todo el mundo respetaba a Maloliente, el ratón más valiente, que se la pasaba contando sus grandes aventuras contra los gatos más feroces del barrio.

Una noche, el pescador estaba enfermo y no podía dormir. Al levantarse de la cama, tropezó con ese ejército de ratones que poblaban la casa. A la mañana siguiente, el hombre decidió hacer algo para deshacerse de tanto ratón.

Unos días después, Primoroso se miraba al espejo cuando vio algo que se movía detrás suyo.

A los demás ratones, que todavía dormían, los despertó el largo chillido de Primoroso, que se apagó de pronto. Salieron a ver qué sucedía y se encontraron con un enorme gato negro que se relamía satisfecho. Todos huyeron despavoridos y decidieron celebrar un Congreso en el sótano.

Llegaron cientos de ratones, y discutieron durante varias horas. Pero no se ponían de acuerdo en lo que había que hacer. Hasta que al final, Reflexivo pidió la palabra.

-Yo he estado pensando -dijo muy serio-, y creo que hay que ponerle un cascabel al gato.

Muchos no entendían, pero igual aplaudieron y saltaron gritando: ¡Muy bien, muy bien!

-¿Un qué? -preguntó Maicero, a quien la palabra “cascabel” no le resultaba conocida.

-Un cascabel, hombre, una campana, así cuando el gato se acerque nosotros podremos oírlo y escondernos -le explicó Reflexivo-. Ahora, lo que hay que pensar es quién le pone el cascabel al gato.

En el sótano se hizo un gran silencio.

-A mí me parece -dijo Maicero- que el cascabel se lo ponga Reflexivo.

Todos los ratones saltaron gritando que sí, que sí, pero Reflexivo se puso de pie y dijo:

-Les agradezco mucho el honor que me hacen, amigos míos, pero yo tendría que pensarlo mucho, y esto urge. Me parece mejor que se lo ponga Maicero.

-Yo, yo -dijo Maicero- …Bueno, la verdad es que me da un poco de miedo.

En eso, se puso de pie Maloliente. Todos hicieron silencio.

-Ustedes son unos cobardes -les dijo con desprecio-. Para ponerle el cascabel al gato, hace falta un ratón bien macho.

Sí, sí, gritaron todos, ¡Bien macho, bien macho!, y algunos empezaron a corear su nombre: ¡Mal-o-liente, Mal-o-liente!

-Hace falta alguien que esté dispuesto a arriesgar su vida por la comunidad ratona -siguió diciendo Maloliente.

-¡Eso, eso! -gritaron todos.

-¡Hace falta alguien como Melodioso! -gritó entonces Maloliente en medio de los gritos y el desorden de los demás.

-¿Qué están diciendo? -preguntó Melodioso.

-¡Que te hemos elegido para ponerle el cascabel al gato! -le gritó Maloliente.

-¿Que qué? -volvió a preguntar Melodioso haciéndose el sordo.

Así pasaron un buen rato: todos opinando que otro lo hiciera. En eso, apareció Quesubina en la puerta del sótano.

-¿De dónde vienes? -le preguntaron los ratones.

-De ponerle el cascabel al gato. Mientras ustedes discutían, yo aproveché que el gato estaba durmiendo la siesta y le puse una campanita en el cuello. De ahora en adelante, cuando oigan el ruido de un cascabel, escóndanse, porque es el gato. Ahora duerme, así que pueden salir con confianza.

Todos salieron en silencio del sótano.

-¿No te dije que era fácil? -le dijo Maloliente a Melodioso.

-¿Fácil? ¡Facilísimo! ¡Si hasta Quesubina le podía poner el cascabel al gato!


Ver texto original del libro: