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Cuentos / Leyendas

El juicio

By mayo 29, 2019enero 21st, 2020No Comments

El juicio
(Cuento)

 

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2004


 

 

Vivió hace muchos años un hombre que era conocido por sus grandes virtudes. Era un hombre a carta cabal, incapaz de hacerle daño a nadie.

Pero un día, aquel hombre lleno de virtudes fue acusado de un terrible crimen.

El verdadero culpable era un vecino suyo, un hombre que tenía muchas influencias. Y se valió de ellas para encubrir su delito, haciendo recaer la culpa sobre un inocente.

De nada le valieron al pobre hombre sus alegatos de inocencia. Fue encarcelado y se fijó la fecha para el juicio.

La espera fue angustiosa, pues a como estaban las cosas, el hombre sabía que no tenía posibilidades de escapar del terrible castigo de la horca.

El juez, que era amigo del culpable, se había puesto de acuerdo con él para condenar al inocente. De esta forma, al encontrar a quien echarle la culpa del crimen, no se seguiría investigando y su amigo quedaría libre de toda sospecha.

Llegó por fin la fecha del juicio. El tribunal estaba abarrotado de gente. Entonces el juez, tratando de dar la apariencia de que sería un juicio justo, se volvió al acusado y le dijo:

-Conociendo tu fama de hombre justo y temeroso del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino.

Luego, tomando dos hojas de una libreta, el juez agregó:

-Voy a escribir en uno de estos papeles la palabra inocente y en el otro la palabra culpable. Tú escogerás uno de ellos y será la mano del Señor la que decida tu destino.

De más está decir que el mal juez había escrito en los dos papeles la palabra culpable.

El acusado sentía que le estaban tendiendo una trampa y que no tenía escapatoria. Pero, ¿qué podía hacer?

El juez se acercó al acusado con los dos papeles doblados y le pidió que tomara uno de ellos.

El hombre respiró profundamente y se quedó en silencio, con los ojos cerrados, durante unos instantes.

La gente comenzó a impacientarse y a murmurar. Entonces el acusado abrió los ojos, tomó uno de los papeles, lo estrujó entre sus dedos haciendo una bolita, y se la tragó rápidamente.

El juez, indignado, se acercó a él y le dijo:

-Pero, ¿qué has hecho? ¿Cómo vamos a saber ahora cuál era el veredicto?

Con calma, el hombre le respondió:

-Es muy sencillo, señor juez. Es cuestión de que usted muestre el papel que queda y así todo el mundo sabrá lo que decía el que yo me tragué.

El mal juez comprendió que había caído en su propia trampa. Y no le quedó más remedio que declarar inocente al acusado.


Ver texto original del libro: