El Pejibaye
Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2001
Existen varias clases de plantas de pejibaye. La mayoría maduran sus frutas en colores rojo y amarillo.
Al norte de Centroamérica abundan bosques naturales de pino pero no existe el pejibaye. Nuestros abuelos decían: “donde hay pino no hay pejibaye”. Y es que al sur de Centroamérica sí ha existido el pejibaye, pero curiosamente no el pino.
El pejibaye es una palma alta y con espinas. Crece en los climas lluviosos y cálidos desde Nicaragua hasta el Brasil. Se le conoce con distintos nombres. Por ejemplo, en Panamá le llaman pixbay, en Colombia y Ecuador chontaduro y cachipay, chonta en el Perú, pirijao en Venezuela, tembo en Bolivia y pupunha en el Brasil.
Esta es una palma muy resistente a plagas y enfermedades. Produce durante 20 años y da en algunos lugares hasta dos cosechas al año. En cada cosecha aporta unos seis racimos por planta. Cada racimo tiene entre 50 y 60 frutas. Es una fruta amarilla y fibrosa muy alimenticia. Tanto es así, que se le ha comparado con la capacidad nutritiva del huevo de gallina. Estas frutas son muy gustosas y se pueden comer peladas después de haberlas cocinado en agua con sal.
Actualmente el pejibaye es una fuente de ingresos para muchas familias. Es una planta que se cultiva con fines comerciales en Costa Rica, Ecuador, Colombia y Brasil. Se siembra principalmente para exportar el palmito a Europa.
El palmito de pejibaye es tan rico como cualquier otro. Para producir palmito no se deja desarrollar la planta por completo. Se corta a los dos años de sembrado, cuando tiene unos dos metros y medio de alto. Del tronco saldrán hijos de los que después crecerán nuevas plantas.
En los últimos años Ecuador se ha convertido en un importante productor de palmito de muy buena calidad y a bajo costo. Esto ha hecho que los demás países productores bajen sus precios de exportación para poder competir. Pero redujeron sus ganancias y muchas familias productoras de palmito se han visto afectadas.
A través de su historia el pejibaye ha sido una planta muy útil. Especialmente para los indios que habitaron las zonas lluviosas que van desde Nicaragua hasta Brasil. En tiempos pasados fue el principal alimento y bebida de los nativos. Ellos consumían su fruto y los cogollos tiernos o palmitos. También se comían las flores en sopas y en ensaladas. Del corazón tierno de la planta obtenían un caldo fermentado para hacer vino. Con maderas del tronco hacían lanzas, remos de navegar, cañas de pescar, sillas, marimbas y canoas para transportar agua. Con las hojas hacían los techos de sus casas y con las espinas las agujas de coser y los anzuelos para pescar.
Además, molían las frutas, hacían harina y la conservaban hasta por dos años en recipientes cerrados y oscuros. Con la harina elaboraban comidas y también la fermentaban con agua para hacer una bebida cremosa y ácida que embriaga. La llamaban chicha o mazamorra.
Muchas tribus de indios se organizaron a lo largo de la cordillera y de las selvas lluviosas suramericanas. Así sobrevivieron a través del tiempo, hasta que llegaron los conquistadores europeos a estas tierras. Ellos, con el fin de dominar a los indios y aprovecharlos para sus trabajos, se enfrentaron en duras luchas. El hambre fue una de las tácticas de guerra más importantes para dominar a las tribus rebeldes. Talaron miles de plantas de pejibaye y acabaron con uno de los principales medios de subsistencia que tenían los indios. Muchos murieron y otros fueron sometidos y dominados por los conquistadores.
A pesar de todas estas tragedias y agresiones que sufrieron contra sus costumbres, aún hay algunas zonas indígenas en las regiones más lejanas de la selva que conservan las antiguas costumbres. En la Amazonia, los huitotos celebran con alegría el tiempo de la madurez de las frutas.
En Manaos, las muchachas reciben de su novio un adorno labrado con madera de pejibaye, que es la planta consagrada al amor. Y en la zona del Darién de Panamá, y en otros lugares, el pejibaye es considerado un alimento sagrado con el que cumplen rituales de agradecimiento a la naturaleza por su generosidad de vida y abundancia.