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Cuentos / Leyendas

El perro del rey

El perro del rey
(Cuento)

Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2014


 

En un lujoso palacio vivía un rey que gobernaba un extenso territorio y era dueño de un enorme perro. El animal era muy bravo, fuerte y orgulloso. No era difícil que se enfrentara a otros perros, por lo que casi siempre lo paseaban atado con una fuerte correa. Perro y amo eran muy parecidos en carácter, bastante prepotentes y orgullosos.

Cada vez que el animal se encontraba con otro perro, empezaba a tirar de la correa con todas sus fuerzas. Su amo, sujetándolo con determinación, intentaba calmarlo, pero el perro seguía ladrando sin cesar y enseñaba sus feroces dientes al contrincante. Parecía de verdad un perro furioso y cruel. Dado su tamaño y su bravura, todos le temían.

Un día el rey le encargó a un sirviente que paseara al perro, pero se olvidó de advertirle sobre el mal carácter del animal, quizás dando por un hecho que todo el mundo tenía que saber que su perro era feroz. Sin embargo, para el sirviente, éste era únicamente un perro como muchos otros.

Como era de suponer, el perro, viendo a lo lejos a otro animal, dio rienda suelta a su violento temperamento y tiró enérgicamente de la correa. El sirviente, a quien nunca le había pasado semejante cosa, trató con todas sus fuerzas de sujetarlo, pero su intento fue inútil y no le quedó otro camino que soltar la correa. El perro al darse cuenta de que estaba suelto y libre, sintió que podía hacer lo que quisiera. Pero entonces dudó qué hacer. No estaba seguro si atacaba o no.

El otro perro, aunque era más pequeño le estaba haciendo frente a la situación valientemente, no tenía miedo alguno y estaba listo para la lucha. –“Con toda seguridad” –se dijo el perro del rey –“podría vencerle fácilmente, pero si me mordiera, ¿que sería de mi poderoso aspecto? No, no vale la pena. Por esta vez le dejaré ir”. Gruñó un poco para no darse por menos y dándose vuelta, volvió manso y tranquilo donde el sirviente.

Una vez en el palacio, el sirviente le contó al rey lo que había ocurrido. Meditando sobre lo sucedido, el rey entendió la naturaleza de su perro y comprendió que es mejor la libertad que la mano dura y la tiranía. Desde entonces, se acostumbró a pasear al animal sin correa. Se dio cuenta que también él, como rey que era, tenía que gobernar sin lastimar a su pueblo con su mal carácter y su manera de ser tan orgullosa. Aprendió que para gobernar, debía ser más bondadoso, justo y tolerante.

Desde ese momento, no sólo el perro dejó de amenazar a los otros animales, sino que también los habitantes del reino vivieron más tranquilos con el buen trato que recibían del rey.


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