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Las aventuras de Don Gaspar

By noviembre 14, 2017Cuentos

Las aventuras de Don Gaspar

Nuestro buen amigo estaba muy contento. Había podido ahorrar algún dinero para hacerle unos arreglos a su casa. Lo primero que quería hacer era un garaje como Dios manda, pues el que tenía para guardar el carro de las encomiendas, con un pequeño ventarrón se podía venir abajo en cualquier momento.Su esposa, doña Rosa, a pesar de las incomodidades que acarrea una construcción, también estaba muy entusiasmada con el proyecto y ya se estaba imaginando lo lindo que iba a quedar.

Un fin de semana, doña Rosa oyó la bulla de un camión frente a su casa y vio a unos muchachos descargando materiales. Era ni más ni menos todo lo que don Gaspar había comprado para comenzar el trabajo. Muy amable les dijo dónde poner las cosas pero en sus adentros estaba furiosa, pues ese día tenía que salir y su marido no le había dicho que ese día se iba a comenzar el trabajo. Como es de suponer, no acababa don Gaspar de bajarse del carro, cuando vio que venía doña Rosa a su encuentro. −Bonita cosa, Gaspar. ¿Acaso me dijo nada cuando salió bien de mañanita? ¿No me diga que también vienen hoy a trabajar? −dijo doña Rosa.

−.Ay, mujer! Con usted no se puede quedar nunca bien. ¿No es que estaba toda feliz por las reparaciones? ¡Nadie va a venir a hacerlas! Yo mismo, con estas propias manos que está viendo, voy a hacer el trabajo.

Ya doña Rosa, toda colorada y tratando de no perder la compostura, le dijo: −¿Qué me está di ciendo? Ni se le ocurra hacerlo usted. ¿No se acuerda que ni los bom billos puede cambiar, que el día que quiso hacerlo, lo que hizo fue un cortocircuito? No, no, Gaspar. Es mejor que contrate a alguien que sepa.

−Pues no, mujer, lo voy a hacer yo. Si esto no es tan difícil. Me va a venir a ayudar Arcadio, que sabe lo que hace.Lo único que me falta –le contestó ella. Entre Arcadio y usted… Eso lo quiero ver… ¡Se les va a venir abajo en un decir amén! Y diciendo eso, se fue para adentro, se emperifolló y salió de su casa lo más rápido que pudo.

Mientras tanto, don Gaspar se puso a ordenar bien los materiales mientras llegaba su amigo Arcadio, quien llegó un rato después y enseguida se pusieron a desarmar el viejo garaje. Con tan mala suerte, que no calcularon bien las cosas y cuando quitaron el primer poste de madera, tuvieron que salir corriendo pues toda la armazón se les vino encima. Tan bravo se puso Arcadio de verse empolvado hasta el pelo, que tomó rumbo a su casa. Don Gaspar se quedó mudo y sin saber qué hacer. Pero agarró fuerzas y empezó a quitar uno a uno los escombros.  Ya casi terminando, apareció su mujer, quien al verlo todo hecho un añico, su corazón se le hizo un puño y comenzó a ayudarle.

Los dos terminaron bien cansados y ni hambre tenían. Lo único que deseaban era dormir.Estaban todavía dormidos, cuando bien de mañana oyeron el timbre. Gaspar se apresuró a abrir la puerta. Era Arcadio y dos personas más.

−Vea, Gaspar, –le dijo –perdone mi mal genio. Lo prometido es deuda y aquí estoy con mis dos hijos para echarle una mano.Don Gaspar no cabía de contento y doña Rosa, que ya había oído a Arcadio, comenzó a preparar un rico desayuno para todos.

Trabajaron y trabajaron. Doña Rosa no hacía más que llevarles, que el fresquito, que unas empanaditas, en fin, todo lo que se le ocurría para que estuvieran contentos.Así estuvo doña Rosa de aquí para allá, hasta que después de una semana, quedó listo el garaje. Ya se podrán imaginar ustedes lo felices que estaban con el nuevo garaje. Para doña Rosa y don Gaspar era casi como una obra de arte.

Un día, ya de noche, don Gaspar venía de dejar una encomienda y estaba distraído. Y sin pensarlo, aceleró el carro más de la cuenta y fue a dar hasta el final del garaje. A pesar de que frenó y frenó, pegó contra el muro. Al oír el escándalo salió su mujer y vio al carro bien arrugado por el frente. Y don Gaspar, como si nada hubiera pasado le dijo: Mirá, Rosa, ¡qué bien hecho quedó el muro. Nada le pasó, ni un rasguño tiene!.